jueves, 26 de junio de 2008

Mereció la pena

Lo de ayer en el Balcón de las Músicas fue solo apto para los que tuvieron más paciencia que un santo. Una hora de retraso, que se dice pronto, es lo que sufrió el concierto de Devotchka en una noche en la que el cierzo golpeaba tan fuerte que sólo el buen humor y las ganas de ver el concierto hicieron que aguantara estoicamente esa hora mientras se probaba el sonido y los instrumentos. Clama al cielo que no lo hubieran hecho antes (desde las 22:00 hasta las 0:30 creo que hay tiempo de sobra ¿no?) y que después de todo ese rato allí comenzara tan penosamente mal que a punto estuve de largarme asqueado (unos lo fueron haciendo antes y otros hasta vitoreaban irónicamente a los técnicos).

La primera canción (ya a la 1:30 que para un martes no está nada mal) creo que no fue del grupo americano sino del invitado estrella en el comienzo, mister acople, que se puso las botas de meter ruido y a buen volumen. En la tercera canción pareció aburrirse del poco caso que le hacían y decidió largarse. Ahí comenzó lo bueno. Con Nick Urata tomando posiciones frente a sus micros y el resto de la banda repartiéndose por violines, acordeón, batería, tuba y demás instrumentos, Devotchka fueron calentando con temas como “Head honcho”, “Along the way” o “La llorona”, sacando a relucir esa mezcla romaní de pop, rock y verbena, de buen humor, lirismo y tragicomedia.

A esas horas intempestivas allí se habían reunido lo mejorcico de cada casa, aquí cada pabellón, y ya en su pleno apogeo, casi al final, con todo el mundo dando vueltas y saltando frente al escenario, parecía más bien una fiesta erasmus que otra cosa. Y es que esos ritmos balcánicos de temas como “The clockwise witness” y sobre todo “Basso profundo” (uuh uuh uhh) son lo más parecido a nuestras fiestas de pueblo, un desparrame, un todos somos cologas, un paquito chocolatero de los Cárpatos… Por supuesto también tuvo su momento ese conmovedor “How it ends” de la peli “Pequeña Miss Sunshine” y el tiempo de descuento con “Trasliterator”, superadas ya las 2:30 de la madrugada y con Fluvi planchando la oreja (si la tiene) desde hacía rato. ¿Mereció la pena? La respuesta es .

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